Riesgos Laborales en la Enseñanza
Algunos de los riesgos que vamos a señalar, así como su interdependencia, afectan a todos/as los profesionales que trabajan en la enseñanza, tanto docentes como no docentes, y derivan en problemas y patologías como trastornos musculoesqueléticos, estrés y ansiedad, desarrollo de alergias, procesos infecciosos o falta de estabilidad en el empleo. Otros, sin embargo, afectan especialmente a colectivos como el de las y los docentes (problemas de la voz o de tensión y desgaste emocional), o los trabajadores/as laborales de los centros (exposición a sustancias peligrosas, trastornos musculares).
Todavía hoy, socialmente persiste la idea de que quienes trabajamos en la enseñanza no nos enfrentamos a riesgos especialmente dañinos. Sin embargo, cada año se publican datos como los del Informe del Consejo Escolar del Estado, y se realizan estudios en sindicatos como los que realizamos en la Confederación de STEs-Intersindical, que ponen de manifiesto la persistencia de patologías específicas entre los trabajadores del sector que afectan a las personas, que terminan enfermando, ocasionan un gasto social al demandar recursos sanitarios o contratación de sustitutos/as y minan la calidad del servicio público y de la enseñanza que prestan estos trabajadores/as. Además, al ser enfermedades que se van generando en un espacio temporal muy grande, suelen escapar a la relación evidente de causa efecto que tienen, por ejemplo, los accidentes, y al no ser reconocidas como enfermedades profesionales1, derivan hacia quienes las padecen todos los gastos de rehabilitación y recuperación de dolencias que son ocasionadas con motivo del desempeño del trabajo. Si a esto añadimos que la vigilancia de la salud a través de los reconocimientos médicos no se hace de forma sistemática y específica hacia los riesgos propios de nuestro entorno laboral, se completa un círculo que evita poder tomar las medidas preventivas adecuadas.
Desde STEs-I queremos señalar ahora algunos ámbitos y aspectos que a nuestro juicio conforman las principales manifestaciones de riesgos en nuestro sector.
Estabilidad laboral en el empleo
El grado de certidumbre de la continuidad en el puesto de trabajo de algún profesorado provoca serias deficiencias en el equilibrio entre el esfuerzo que exige su trabajo y las compensaciones que les aporta. Esto es evidente en el caso del profesorado interino.
Otros trabajadores de la enseñanza que desempeñan tareas que les exigen el uso de vehículos en diferentes puntos geográficos (itinerantes) tienen un perfil profesional muy diferente: inspectores/as, coordinadores/as, psicopedagogos/as, conserjes, sindicalistas, tutores/as de prácticas, etc. Estos colectivos corren una serie de riesgos, que deberían ser asumidos por la Administración y/o la empresa, soportándolos sobre sus propios vehículos y sobre su salud, percibiendo a cambio cantidades compensatorias claramente insuficientes.
Problemas de seguridad y de higiene industrial (Maquinarias, equipos, sustancias, manipulación de cargas, lugares de trabajo,...)
El 27% de los centros españoles suspendía en seguridad este año según el estudio de Consumer-Eroski, aunque mejoraba de forma notable respecto a otra investigación que realizaron en 2003 donde el porcentaje suponía el 68%. Este estudio refleja deficiencias de seguridad como rejas en las ventanas sin apertura interior aunque reconoce progresos en seguridad en los espacios abiertos (patios, canastas, porterías), e interiores (aulas, aseos, comedor, gimnasio).
Sin embargo, todavía existen muchos riesgos sobre los que es exigible una actuación preventiva y que en otras ocasiones la Confederación de STEs (Ortolá, 2003) hemos señalado: los referidos como inherentes a otros lugares de trabajo (patios, porches y espacios con suelos a distinto nivel que propician caídas, escaleras que no cumplen las medidas, existencia de tarimas en algunas clases, pisos resbaladizos, deficiencias en anclajes de porterías y canastas, barreras arquitectónicas, vehículos circulando en el interior de los patios en momentos de obras, puertas de accionamiento motorizado sin mecanismos de paralización,…); lo que se refiere a las maquinarias y equipos de trabajo (carecen de indicativo CE, no hay mantenimiento programado, las pantallas de visualización no cumplen la guía técnica, máquinas utilizadas por el alumnado en talleres y laboratorios que no cumplen la normativa,…); los riesgos de la manipulación de cargas (carencia de evaluación de riesgos, inexistencia de medios técnicos como carretillas o montacargas, falta de formación en técnicas de manipulación y en técnicas,...); los riesgos por instalaciones eléctricas, calderas y botellas de gases (ausencia de tomas de tierra e interrupciones diferenciales, falta de aislamiento suficiente, deficiencias en las calderas y en la conducción de gases, ubicación inadecuada y sin protección de productos y materiales inflamables,…); los riesgos de las sustancias y contaminantes químicos y biológicos (deficiencias en almacenaje y etiquetado, residuos sin recogida adecuada,…); los riesgos de ventilación, climatización, ruidos e iluminación (falta de aislamientos acústicos, temperaturas inadecuadas, falta de luz natural,…); los riesgos exteriores como los emergentes (radiaciones electromagnéticas por antenas de telefonía móvil en cercanías de centros educativos,…); o deficiencias en los planes de emergencia y de autoprotección.
Trastornos musculoesqueléticos (movimientos repetitivos, sobrecarga muscular -voz-,...)
Esguinces, hernias, dolores musculares, lumbalgias, dolores osteo-musculares, problemas en las cervicales,… En todas las encuestas nacionales y autonómicas sobre condiciones de trabajo, estas afecciones ocupan los primeros puestos entre las dolencias que muestran las personas encuestadas. Asociadas tradicionalmente a trabajos "duros", "repetitivos" o "pesados", combinadas con otros riesgos, toman forma en muchas ocasiones de manera aguda ante un sobreesfuerzo. Pero en muchos sectores, como el que nos ocupa, se van manifestando a lo largo del tiempo de forma lenta y progresiva. Pensemos en los esfuerzos físicos que habitualmente realizan los trabajadores subalternos de los centros educativos en algunas de sus tareas; los movimientos repetitivos a lo largo de su vida profesional de las profesoras de Educación infantil al ponerse a la altura de los niños y niñas de tres y cuatro años; las tareas de educadores/as que se adaptan a las necesidades del alumnado con necesidades educativas especiales, ayudándoles en el transporte, la comida, el aseo, el control de esfínteres, las actividades escolares,… (Andrés, Piera y Llorca, 2003); la sobrecarga y la repetición de actividad muscular del profesorado de Educación Física a lo largo de todo su horario laboral y de su vida profesional. Son sólo algunos ejemplos que ponen de manifiesto riesgos como el mantenimiento de posturas forzadas, las sobrecargas musculares o los movimientos y esfuerzos repetitivos. En los centros educativos se hace necesaria la prevención a través de una nueva organización del trabajo que contemple la adecuación de los períodos esfuerzo-pausa en tareas prolongadas, el reparto y el compartir cargas y tareas, etc.; una adecuación de los puestos de trabajo modificando el mobiliario con criterios ergonómicos de forma que permita la realización de posturas correctas y sin riesgo en cualquier dependencia del centro, evitando así posturas forzadas; el diseño y construcción de los espacios de los centros educativos desde criterios preventivos y ergonómicos, pensando en lugares para la relajación, la coordinación y la programación, el encuentro interpersonal y el descanso; favoreciendo medios mecánicos para los desplazamientos de cargas y de personas (grúas, ascensores, carga y descarga del autobús de alumnado con necesidades,…); dando formación a las personas adultas e insertándolas curricularmente con el alumnado, para la prevención de las dolencias musculoesqueléticas; diseñando y poniendo en marcha acciones de discriminación positiva hacia las mujeres trabajadoras de la enseñanza, que eviten la sobrecarga que suponen las dobles o triples jornadas para ellas.
Ansiedad y estrés (complejidad, carga de trabajo,...)
Es conocido que los factores de riesgo psicosocial en el ámbito laboral y su permanencia en el tiempo en el entorno de trabajo, pueden hacer que aparezca el estrés y que se cronifique con los consiguientes daños para la salud. Ya no es posible ocultar la incidencia del estrés y de otras patologías psíquicas entre las causas de bajas laborales entre docentes, aunque desde ámbitos sindicales seguimos pidiendo insistentemente que se modifique el sistema de catalogación y recogida de las bajas para tener una forma más directa de relacionar estas dolencias con las situaciones de actividad profesional docente y así poder planificar y realizar las acciones preventivas.
Desde diferentes marcos conceptuales se identifican hoy como principales riesgos en el sector de la enseñanza las fuertes exigencias psicológicas que plantea el desempeño de la tarea docente, la falta de apoyo social que esa labor recibe y el desequilibrio que se manifiesta entre el esfuerzo que muchos profesionales ponen y las escasas compensaciones que reciben.
Más allá de la vieja falacia de centrar la prevención sobre las diferencias individuales de afrontamiento entre quienes trabajamos, las situaciones de riesgo para la salud son peligrosas en sí mismas, al margen de la complejidad que les puedan aportar la singularidad de los individuos. Como señalaba Artazcoz (2003), entre fumadores unos enferman de cáncer y otros no, y no por eso cuestionaríamos el riesgo de ese hábito. La prevención debe dirigirse a eliminar o minimizar las situaciones de riesgo que incrementan el estrés y la ansiedad entre los y las docentes: entornos físicos hostiles (niveles de ruido que favorecen el nerviosismo y reducen la concentración, temperaturas inadecuadas en las aulas, reflejos en las pizarras, pizarras digitales peligrosas, fluorescentes que parpadean, falta de ventilación en las clases, mobiliarios inadecuados,…), existencia de una organización del trabajo con espacios patógenos (salas de profesorado multiusos sin lugares para el descanso, el encuentro y la preparación de las clases), aumento de la exigencia social sobre el sistema y emocional sobre el profesorado con el aumento de la carga de trabajo de cada docente (horario lectivo, número de alumnos/as por aula, número de grupos a su cargo, complejidad del alumnado, conflictividad del alumnado, falta de personal especializado y de apoyo, irracionalidad de los horarios, falta de personal administrativo en todos los niveles educativos, carencia de tiempos de encuentro para los equipos docentes, falta de momentos de pausa reales,…) carencia de apoyo social hacia la labor docente (falta de apoyo entre compañeros y de superiores, falta de apoyo por parte de las familias y la sociedad, inadecuada gestión de los conflictos, carencia de colaboración de las familias, falta de participación de los colectivos de la comunidad educativa, inadecuada gestión de la convivencia interpersonal y del liderazgo en los grupos, etc.).
Violencia laboral (mobbing, agresiones de usuarios y entre iguales,...)
Recientemente se han venido conociendo situaciones de violencia laboral en las que los usuarios de la enseñanza, como el alumnado o en algunos casos sus familiares, han protagonizado con trabajadores docentes y no docentes episodios de violencia física, verbal o amenazas e intimidaciones vejatorias que menoscaban, en mu-chas ocasiones en público y en el propio lugar del trabajo, la autoridad moral del trabajador/a y ponen en riesgo su integridad física. Igualmente son conocidas las situaciones de acoso laboral a trabajadoras y trabajadores de la enseñanza. En algunas ocasiones vienen ocasionadas por individuos especialmente dispuestos a conductas de abuso y dominación, en otras por una falta de gestión del liderazgo y de los conflictos adecuados y, en otras, por la presencia de grupos enfrentados por conflictos que terminan escalándose hasta violencia dirigida hacia una víctima. También el acoso escolar, aunque no es un riesgo laboral, sí se pone de manifiesto en el marco escolar a través de modelos de actuación, de relación y de abuso del poder, cuya prevención y abordaje obligan a los trabajadores/as de la enseñanza a demostrar y ser depositarios de unos valores contrarios a la dominación, la sumisión y el abuso. Finalmente, también queremos sólo mencionar esas formas de violencia organizacional que permiten que sucedan.
La prevención pasa por reforzar los vínculos de los usuarios del sistema con el mismo, aumentar la valoración social de los trabajadores de la enseñanza en la sociedad (campañas institucionales de sensibilización y refuerzo de la labor de los trabajadores de la enseñanza) y propiciar espacios para la convivencia (actividades conjuntas de conocimiento y cogestión), la formación (escuelas de padres y madres, escuelas de prevención), la resolución de los conflictos (modelos de gestión de los conflictos, mediación social y escolar) y la participación entre usuarios del sistema y trabajadores (consejos escolares y de barrio), diseñando protocolos de actuación ante el acoso laboral y escolar y poniendo en marcha medidas educativas en las familias y en los centros educativos que constaten que la violencia nunca puede ser la solución a los problemas.
Todos los riesgos señalados suponen para la Confederación de STEs-I un caldo de cultivo en los entornos laborales que afectan directa y negativamente a las condiciones de trabajo de los trabajadores y trabajadoras de la enseñanza. Estos, en el desempeño de su tarea, se enfrentan a situaciones que deben ser identificadas, evaluados sus riesgos y establecidos los planes de prevención, que eviten que al cabo sucedan los accidentes laborales y se produzcan enfermedades profesionales que, todavía hoy, no les son reconocidas.